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16 de noviembre de 2011

PARA UN EVANGÉLICO, UN MORMÓN Y UN MUSULMÁN SON IGUALMENTE HERÉTICOS. AMBOS NIEGAN LA TRINIDAD Y LA DEIDAD DE JESÚS.

ABC - Un gran cartel en Times Square de Nueva York, el mayor escaparate de anuncios del mundo, proclamaba «I'm a mormon» (Soy mormón) hace unos meses. Coincidía con el estreno del musical «The Book of Mormon», el gran éxito de Broadway de esta temporada, crítico con los mormones, pero ocasión para la Iglesia de los Santos de los Últimos Días (LDS, según el acrónimo en inglés) de darse más a conocer y superar viejos prejuicios. Al fin y al cabo, la mayor objeción puesta contra los mormones es la poligamia, y eso es algo que la LDS Church abandonó en el siglo XIX.



Lo mormón, en general, provoca recelo, comenzando por EE.UU., donde se discute que realmente sean cristianos (se les tilda de culto, no de religión). Pero cuando se sabe que Stephenie Meyer, la creadora de la saga «Crepúsculo», pertenece a la LDS, como también Ryan Gosling, que acaba de estrenar «Los idus de marzo» (coprotagonizada con George Clooney), o Brandon Flowers, líder de «The Killers», entonces a los mormones se les ve de otra forma. Eso es precisamente lo que pretendía la campaña «I'm a mormon»: poner cara y ojos a sus fieles, rompiendo el estereotipo de los chicos que por parejas, con sus camisas blancas y chapita negra, recorren países extranjeros durante dos años de misión proselitista.

Y la cara que más está saliendo en los medios es la de Mitt Romney, ex gobernador de Massachussetts, que el año que viene puede convertirse en presidente de los Estados Unidos. Él mismo marchó de joven a hacer proselismo a Francia un par de años y luego ejerció de «obispo» laico de su congregación. Es el favorito en las primarias republicanas, donde entre los aspirantes se encuentra otro mormón, Jon Huntsmann, ex gobernador de Utah, Estado en el que viven dos de los casi seis millones de mormones estadounidenses.

Influencia electoral

Romney ya intentó la nominación hace cuatro años, pero entonces su etiqueta de mormón fue utilizada en contra suya por sus adversarios. Ahora no parece pesar tanto. Es cierto que aún el 36% de los estadounidenses se sentirían «poco o nada cómodo» con un presidente mormón, cifra solo superada por un presidente musulmán (59%) o ateo (60%). Pero ya hay otros mormones en destacados puestos políticos, como Harry Reid, portavoz de la mayoría demócrata en el Senado. En el Congreso hay 18 mormones. «La gente está comenzando a conocernos mejor. Estamos creciendo y cada vez es más probable que la gente conozca a un miembro de nuestra fe como amigo, colega o vecino», declara desde Salt Lake City, capital de Utah, el portavoz de la LDS, Eric Hawkins. Aunque hace cuatro años la Iglesia de los Santos de los Ultimos días se volcó con Romney, ahora guarda neutralidad, no solo porque de momento hay dos candidatos mormones, sino también porque quiere que no se le identifique demasiado con los republicanos (el tícket McCain-Palin obtuvo en 2008 el 78% de los votos en Utah). «Somos políticamente neutrales», insiste Hawkins.

La mejor percepción sobre los mormones en EE.UU. la atribuye Hawkins al hecho de que se empieza a entender que ciertamente son seguidores de Jesucristo, por más que se guíen por las revelaciones que supuestamente tuvo Joseph Smith en 1830. Pero un reciente reportaje publicado por «The Washington Post» revelaba otra poderosa razón: la habilidad con la que han utilizado internet para controlar su propia imagen. Si se teclean en Google, en inglés, las palabras «iglesia» y «Antiguo Testamento», por ejemplo, la dirección de LDS.org aparece listada en los primeros lugares. Y curiosamente ocurre lo mismo con términos que nada tienen que ver con la religión: «amigo», «mujer joven», «responsabilidades familiares»...

Podría decirse que la LDS aplica a rajatabla los «Siete hábitos de la gente altamente efectiva», libro escrito por el mormón Stephen Covey y que ha vendido 14 millones de ejemplares en todo el mundo. Al menor rechazo hacia el mormonismo también puede haber contribuido el hecho de que la propia crisis de la institución matrimonial da menos argumentos contra la poligamia, como se ha visto con el éxito de la serie «Big Love». Debido a la persecución legal a la que los mormones eran sometidos por lo que ellos llaman el «matrimonio plural», en 1890 se dejó esa práctica, aunque la mantienen de modo ilegal algunos elementos disidentes.

Matrimonio casi obligatorio

Casarse, en cualquier caso, es prácticamente obligatorio. Según los mormones, en la otra vida tendrán mayor gloria quienes se hayan casado (estén «sellados») y formado una familia. Eso explica que más de ochocientos jóvenes mormones solteros del área de Washington (la que registra mayor concentración de mormones fuera de Utah) acudan varias veces a la semana a la misma iglesia de Cristal City, junto a la capital estadounidense. No se les permite participar en los mismos actos de culto que las personas casadas. Ahí, en un edificio de oficinas de aspecto muy funcional convertido en capilla, intentan encontrar pareja. Se les ve los domingos, para los actos religiosos; entre semana tienen estudios bíblicos y algunas actividades de diversión.

Este martes, por ejemplo, acudió Christine, de 22 años, que asegura que en su entorno familiar una chica de su edad se siente intranquila si aún no se ha casado. «Está bien esto de no tener una fecha límite», afirma, en referencia al hecho de que en Washington, precisamente porque muchos están siguiendo carreras profesionales, no existe la misma presión para un pronto matrimonio que la que puede haber en otros lugares del interior del país. A la salida de esta «capilla de la calle 23», como la llaman, es fácil abordar a grupos de jóvenes mormones, dispuestos a utilizar otros idiomas aprendidos durante su tiempo de misión en el extranjero.

«Los mormones creen en estupideces, pero nos caen simpáticos», dicen Trey Parker y Matt Stone, creadores de «South Park», y autores junto Robert López, letrista de «Avenue Q», del musical «Book of Mormon». Esa frase puede reflejar bien el momento del mormonismo en EE.UU.: es difícil que su credo no sea visto como algo «inventado», pero ya no provocan la animadversión del pasado.
 


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